miércoles, 11 de junio de 2014
Que Dios te bendiga.
Cuando era chico, cada noche antes de ir a dormir mi papá me saludaba con un beso, me tocaba la frente, a veces haciendo la señal de la cruz, otras no y me decía: "Hasta mañana hijo, que Dios te bendiga".
Con el tiempo, a medida que fui transformándome en un adolescente, esta costumbre pasó, seguramente porque yo puse una barrera, buscando diferenciarme, despegarme y así generar mi propia identidad que, como es natural, ya no podía seguir siendo la de mis viejos.
Hoy tengo 37 años y dos hijos hermosos. El mayor, de 10, está entrando muy de a poquito en esa edad magnífica y estos recuerdos de mi infancia soñada reaparecen y con ellos un montón de dudas, adivino, más o menos razonables.
También de a poco y a medida que pasan los diferentes momentos, preguntas, planteos, experiencias, aprendizajes y situaciones compartidas, voy revalorizando aquel saludo fraterno y las "bendiciones" que me dejaba mi viejo cada noche.
Hoy en día, cuando miro a mi alrededor y veo lo que estamos construyendo con mi mujer, pienso: "fui bendecido; aquel deseo de cada noche de mi viejo se hizo realidad". ¡Gracias a la vida, a mi compañera, a mis padres y a mis hijos por tanto! ¡Que tengan un excelente día y una gran vida, plena de bendiciones!
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