Son poco más de las seis de la mañana. Luego de una práctica de respiración y meditación no del todo profunda, quizá porque mi humor estos días pendula constantemente y el nubarrón cargado de esperanza pasa de largo una y otra vez sobre el suelo reseco del pecho, me pongo de pie y por la ventana observo que una diminuta estrella fugaz raya diligentemente el cielo austral.
Súbitamente reflexiono, casi con tono imperioso, marcial: -"Y si comparto mi deseo, ¿se cumplirá?"
Recuerdo entonces que ayer nomás una persona destacaba la humildad y la sencillez como dos características que veía en mí, comentario motivado en parte supongo por el afán de correspondencia frente a algún otro comentario positivo recibido de mi parte.
En este punto evoco el viejo adagio griego: "Conviértete en lo que eres" y, al mismo tiempo, deseo fervientemente y me comprometo a peseguir cada día con más fuerza la humildad y la sencillez que caracteriza a los verdaderos grandes.
Después de todo, si lo pensamos bien, somos apenas diminutas estrellas fugaces rayando cielos de insomnio que sólo los locos y los acampantes son capaces de aprovechar.